Por
Narciso Isa Conde
No es una exageración hablar de la Trampa del 2020 al referirnos a los próximos
comicios programados por este régimen político.
En verdad ni las
reglas de juego ni los mecanismos de organización y arbitraje de ese evento
(JCE, TSE, TC), son confiables; tampoco la ley de partidos y el contexto en que
se aplica y se viola.
El sistema de
corrupción, impunidad, injusticias y trampas no solo sigue intacto, sino que
está siendo reforzado; arropando los mecanismos electorales.
Este sistema -además
de corrupto y corruptor- es un sistema de y para los partidos tradicionales con
más recursos, muy propicio para sus prácticas mercantiles y vocación mafiosa.
En él no caben ni la ciudadanía independiente, ni los movimientos sociales, ni
los grupos políticos emergentes. En su seno impera la discriminación hasta conformar
un oligopolio político.
Esta cruda
realidad ha sido alimentada por la
evolución gansteril del capitalismo local y transnacional, que al convertir la
política en negocio, con inversiones y rentas jugosas incluidas, y transformar
el Estado en patrimonio de las partidocracias y del empresariado delincuente,
pervierte totalmente el sufragio.
En ese difícil
contexto es obligado exigir modificaciones sustanciales al sistema electoral
antes de concurrir en el 2020 a lo que
ha sido estructurado como una gran encerrona para reproducir, con o sin los
mismos rostros, el mismo sistema; por lo que no exigir garantías de democratización y limpieza,
equivale a meterse dócilmente en la trampa y desperdiciar todo el acumulado de
las recientes luchas anticorrupción.
Es tonto volver
depender de ese sistema de partidos y de sus mecanismos electorales,
parcializarse con cualquiera de sus facciones y aceptar sus viciadas reglas de
juego, luego de que la indignación verde le arrebatara el poder de atracción y
convocatoria que ejercieron perversamente durante varias décadas.
Equivale a nutrir a
una parte de los artífices del sistema que estamos combatiendo, asistiendo
junto a ellos a unas votaciones en las que no se puede confiar y hay poco que
lograr. Es suicida: una especie de auto-negación de la construcción de nuevos
sujetos políticos-sociales.
El marco electoral de cara al 202O está
diseñado para decidir entre oficialismo (Danilo-Leonel-Margarita) y oposición
derechista (Hipólito y Abinader); sustentados todos en una institucionalidad y en
partidocracias que reproducen la misma porquería.
La calle es libre,
el pueblo en lucha puede ejercer democracia en ellas y destituir Juntas,
Tribunales y hasta presidentes; como también crear poder constituyente por esa
vía. Hay que atreverse.(Domingo 16-09-2018, santo Domingo RD)