Una lección desde Chiapas para nuestro desarrollo ecoturístico


Por   Ulises Alcántara Martinez

El 1ro de enero de 1994 estalló en la Selva Lacandona, estado de Chiapas, México, una singular revolución armada, que con el pasar de los años cambió el fusil por la palabra, y que acaparó la atención del gobierno mexicano y del mundo entero.

Ulises Alcántara Martínez

El Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) asumió la bandera de la defensa de la existencia misma de los indígenas, millones de seres humanos existentes en México, esparcidos en 47 etnias, pero ignorados por el sistema, muchas de las cuales han tenido que recurrir a prácticas de autosostenibilidad para evitar su extinción. Paradójicamente el estallido y la existencia de esta revolución significó un extraordinario aliciente para el desarrollo de las actividades ecoturísticas en la increíblemente hermosa Selva Lacandona, muy a pesar de que tradicionalmente el turismo no quiere roces con el belicismo.  

En el marco de esa revolución saltó a la palestra como símbolo del movimiento bélico un verdadero poeta de las armas, o guerrilero de la palabra, el subcomandante Marcos. Su emblemática figura tras el pasamontañas, el manejo de su prosa casi hermana de la poesía, y su constante llamado a una nueva forma de revolución, que no perseguía ni persigue el poder sino espacio para los indígenas, le llevo a convertirse en un elemento exótico que atrajo decenas de miles de personas de todas partes del mundo, interesados en conocer el entorno de esta revolución y esperanzados en algún encuentro fortuito con este guerrillero simbólico que supo desafiar con su retorica al poder y convirtió en su principal arma de combate la comunicación electrónica. 

Con amplia riqueza animal, vegetal y arqueológica, la Selva Lacandona vio así crecer su desarrollo ecoturístico, lo cual nunca fue el propósito de Marcos ni del EZLN. Pero así obró el destino para convertir a Chiapas en un tubo de exploración de quienes buscaban un turismo mas cultural, más natural, y menos contaminado y contaminante. Es decir, practicantes del ecoturismo.  

Esta selva fue declarada como Monumento Natural en 1992, por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, debido a la singularidad de sus ecosistemas. Destaca la presencia del emblemático jaguar, símbolo del poder Maya, el águila, de igual valor simbólico para las culturas precolombinas, el guacamayo, el tucán real, y muchas otras especes exóticas y altamanete valorado en términos ecológicos. Otro atractivo de singular valor es el tesoro arqueológico que le adorna, con monumentos, edificaciones, dibujos y pinturas que son un interesante testimonio de la vida del indígena en la zona. Ríos, saltos… balnearios naturales de extraordinaria belleza y pureza en medio de la exuberante vegetación… continuar la descripción seria impertinente dada la brevedad del artículo, pero extendemos la invitación al lector a conocer más de cerca la riqueza natural y arqueológica de la Selva Lacandona y de todo Chiapas. 

Trasladándonos a estas latitudes, es menester desarrollar plena conciencia de que destinos como Chiapas y muchos otros han desarrollado el ecoturismo mediante el empuje de una serie de factores interesantes y que van más allá de esa herencia cultural en común que tienen casi todos los pueblos de nuestro lado de América. Han sabido aprovechar su historia, hasta sus conflictos internos, y han trabajado en el rescate de todo cuanto haga falta para brindar un sustento cultural solido e interesante a su oferta ecoturística.  

Eso nos lleva a insistir en algo que ya antes hemos sustentado: que no es suficiente un anafe con una arepa, una enramada, un burro, un salto de agua y algunos caballos frente a una choza para pretender convertir un lugar en destino ecoturístico rentable. Ciertamente en términos culturales es ecoturismo, en términos de definición lo es, pero siempre debemos preguntarnos ¿qué tan interesante y rentable es esta parte de la oferta para crear un paquete que atraiga la estadía de turistas y genere verdaderos beneficios? ¿Cuánto tiempo puede quedarse un turista en la zona, y que nivel de beneficios puede generar en ese tiempo?

Debemos recordar que no se trata de hacer turismo solo por hacerlo, y que el Estado proporciona un empuje, pero la responsabilidad de sostenibilidad recae sobre los hombros de la provincia. No podemos jamás pretender hacer ecoturismo que a largo plazo deba ser subvencionado. Todo lo contrario: debe aportar al caudal de divisas que genera la practica turística en sentido general a nuestra Nación (4 mil 209 millones de dólares en el 2011) y responder proporcionalmente a las estadísticas de la Organización Mundial del Turismo (OMT) que indican que el turismo es responsable directo del 5% del PIB mundial, del 6% del total de exportaciones, y provee un empleo a una de cada 12 personas (datos revelados por el secretario general de la OMT, Taleb Rifai). 

Volviendo al caso de Chiapas la misma presencia del elemento indígena como protagonista de las prácticas ecoturísticas hace el destino más interesante. Despierta una rentable curiosidad tener la posibilidad de convivir con etnias propias del estado como los Zoque, Ttoztiles y Tzeltales, Mochó, Mames, Chujes, Jacaltecos, Tojolabales y Lacandondes. Conocer de sus costumbres, comer lo que comen, conocer sus leyendas y hasta pernoctar en sus viviendas. El ecoturismo se ha convertido en una interesante fuente de ingresos para muchos de los habitantes de la Selva Lacandona y de Chiapas en sentido general, y es común encontrar proyectos de cabañas, como el centro ecoturístico Escudo Jaguar, administrado por indígenas del grupo Ch’ol; el centro ecoturístico Causas Verdes Las Nubes, con tipicas cabañas, el centro ecoturístico Las Guacamayas, y el Lacanjá Chansayab Centro Ecoturístico, en el corazón de la Selva Lacandona en Ocosingo, igualmente con alojamiento propio para vivir una experiencia ecoturística gratificante.

De experiencias como esta es que debemos aprender, para utilizar sabiamente nuestros recursos naturales y arqueológicos, nuestra identidad, historias y leyendas propias de nuestro Maniel de Los Lorenzos, y más aun, de nuestras mismas raíces tainas, en el desarrollo de una industria sin chimeneas verdaderamente interesante, culturalmente enriquecedora, conservacionista y rentable para los moradores de San José de Ocoa.